Antecedentes: Considerando que la pandemia COVID-19 generó impactos en los distintos ámbitos de la salud en la población peruana, se podría esperar un aumento en los trastornos de salud mental en los adolescentes. La adolescencia es la última etapa con mayor flexibilidad para generar un cambio en el desarrollo de la persona. Sin embargo, las intervenciones desarrolladas en el marco de ese problema no son suficientes. Objetivos: Determinar la frecuencia de síntomas de ansiedad y depresión, evaluados con la Escala de ansiedad y depresión de Goldberg (EADG), en adolescentes de tres instituciones educativas de Lima Norte, durante el periodo escolar 2022, luego de la pandemia de la COVID-19. Materiales y métodos: Se realizó un estudio descriptivo transversal, donde se incluyó todas las historias clínicas brindadas por el Área de Atención diferenciada del Adolescente (AADA) del periodo escolar 2022. La información se codificó para mantener la confidencialidad de los participantes y se llenó en una base de datos en Google Sheets y fue procesada en STATA vs 18.0 para su análisis. Resultados: La muestra fue de 458 adolescentes de tres instituciones educativas de Lima, Perú; con una media de edad de 13.64 años y la mayoría en etapa de adolescencia temprana. La muestra se distribuyó en 359 mujeres (78.38%) y 99 hombres (21.62%). Se usó la EADG para evaluar la presencia de síntomas de ansiedad y depresión, 183 estudiantes (40.22%) tenían síntomas de ansiedad y 249 (54.73%) síntomas de depresión, siendo el sexo femenino el más afectado. Del total, 166 estudiantes (36.48%) tuvieron síntomas de ambos diagnósticos. El tipo de funcionalidad familiar más frecuente fue el rango medio-extremo (73.03%). Las variables asociadas para síntomas de ansiedad fueron las etapas de adolescencia (OR = 1.85), el sexo femenino (OR = 1.79), la disfuncionalidad familiar (OR = 1.68), sufrir de violencia psicológica (OR = 2.19), haber tenido hallazgos de indicadores de maltrato (OR = 1.91) y tener un nivel de irritabilidad por encima del promedio (OR = 2.67). Los factores protectores fueron vivir con ambos padres (OR = 0.56) y tener nivel de autoestima por encima del promedio (OR = 0.42). En el caso de los síntomas de depresión, las variables asociadas fueron el sexo femenino (OR = 1.81), el nivel de disfuncionalidad familiar (OR = 1.60), haber tenido hallazgos de indicadores de maltrato psicologico (OR = 2.30) y tener un nivel de irritabilidad mayor al promedio (OR = 2.63). Los factores protectores fueron el mayor nivel de cohesión familiar (OR = 0.75), el tener niveles por encima del promedio de asertividad (OR = 0.53) y de autoestima (OR = 0.50). Conclusiones: La prevalencia de síntomas de ansiedad y depresión, evaluada con la EADG en los adolescentes fue mayor a la reportada antes y durante la pandemia. Los resultados encontrados en este estudio podrían explicarse por el componente multifactorial del desarrollo del adolescente y demuestran que hay un aumento en la frecuencia de síntomas de ansiedad y depresión tras la pandemia. Al ser una población que no tiene un acceso fácil a los servicios de salud mental, es importante continuar con intervenciones de tamizaje y brindar una atención integral.
Background: Considering that the COVID-19 pandemic generated an impact in different areas of health in the Peruvian population, an increase in mental health disorders in adolescents could be expected. Adolescence is the last stage with the greatest flexibility to generate a change in the development of a person. However, the interventions developed within the framework of this problem are not enough. Objectives: Determine the frequency of anxiety and depression symptoms, assessed with the Goldberg Anxiety and Depression Scale (GADS), in adolescents from 3 high schools in Lima Norte during the 2022 school year after the COVID-19 pandemic. Materials and methods: A cross-sectional descriptive study was carried out where the totality of the medical records of the Adolescent Differentiated Care Area (AADA) from the 2022 school year were included. The information was coded to maintain the confidentiality of the participants and was filled out in a database in Google Sheets and was processed in STATA vs 18.0 for analysis. Results: The sample consisted of 458 adolescents from three high schools in Lima, Peru; with an average age of 13.64 years and the majority of participants in early adolescence. The sample was distributed in 359 women (78.38%) and 99 men (21.62%). The GADS was used to evaluate the presence of anxiety and depression symptoms; 183 students (40.22%) had anxiety symptoms and 249 (54.73%) had depression symptoms, with females being the most affected. Of the total, 166 students (36.48%) had symptoms of both diagnoses. The most frequent type of family functionality was mid-extreme range (73.03%). The associated variables for anxiety symptoms were the stages of adolescence (OR = 1.85), female sex (OR = 1.79), family dysfunction (OR = 1.68), suffering from psychological violence (OR = 2.19), presenting evidence of abuse (OR = 1.91), and having an above average level of irritability (OR = 2.67). The protective factors were living with both parents (OR = 0.56) and having an above average level of self-esteem (OR = 0.42). In the case of depression symptoms, the associated variables were the female sex (OR = 1.81), family dysfunction (OR = 1.60), presenting evidence of psychological abuse (OR = 2.30), and a higher than average level of irritability (OR = 2.63) and the protective factors were the level of family cohesion (OR = 0.75) and having above average levels of assertiveness (OR = 0.53) and self-esteem (OR = 0.50). Conclusions: The prevalence of anxiety and depression symptoms evaluated with the GADS in adolescents was higher than that reported before and during the pandemic. The results found in this study could be explained by the multifactorial component of adolescent development and demonstrate that there is an increase in the frequency of anxiety and depression symptoms after the pandemic. As a population that does not have easy access to mental health services, it is important to continue with screening interventions and provide comprehensive care.