Abstract:
El cáncer de ovario es la principal causa de muerte por neoplasias ginecológicas en todo el mundo, con una incidencia estimada de 22 000 casos nuevos y 14 000 muertes en los Estados Unidos durante 2013(1). En el Perú, según el registro de cáncer de Lima Metropolitana 2004-2005, el cáncer de ovario es la octava neoplasia más frecuente y la segunda neoplasia ginecológica después del cáncer de cérvix, representando la segunda causa de muerte. Además, la mayoría de estas pacientes se diagnostican en etapas avanzadas, al no existir pruebas de detección efectivas ni síntomas específicos (1, 2). El cáncer de ovario puede diseminarse a través de la vía intraperitoneal, linfática y hematógena. Los sitios más comunes de enfermedad metastásica son el peritoneo, hígado y ganglios linfáticos. Se sabe que los pacientes con cáncer de ovario avanzado independientemente del sitio de metástasis tienen pobre pronóstico (3). Winter y col. reportaron que las metástasis parenquimatosas hepáticas representan el 18% y fueron la segunda causa más frecuente de enfermedad en estadio IV (4). Además, otro estudio evidenció que las metástasis hepáticas se encuentran en hasta el 50% de los pacientes que mueren por cáncer de ovario (1, 5). Por lo tanto, las metástasis hepáticas son un hallazgo común en estas pacientes. El estándar actual de tratamiento para el cáncer de ovario es la citorreducción seguida de quimioterapia con base de platino; un metaanálisis sistemático mostró que con cada 10% de aumento de la citorreducción óptima, hay un aumento del 5,5% en la supervivencia (5). En este contexto, algunos estudios han explorado la implementación de la cirugía abdominal superior para lograr una citorreducción macroscópica completa. La técnica quirúrgica, así como los cuidados postoperatorios han mejorado, logrando cirugías más extensas (resecciones multiviscerales) y seguras. Sin embargo, el manejo de las metástasis hepáticas todavía representa un límite para un tratamiento quirúrgico completo. Esto se evidencia en los pocos estudios que han evaluado la seguridad y beneficio de las resecciones hepática en pacientes con cáncer de ovario avanzado (1, 5, 6).